CASO #45 Moneyball... y deja la pelota quietecita


Billy Beane revolucionó el baseball con una técnica basada en la predicción de los resultados a raíz de convertir en pura estadística el deporte. Sobre esta idea se sostiene lo que Bennet Miller (director), Brad Pitt (actor) y Aaron Sorkin (guionista) han levantado. La película peca en el mismo punto que la anterior película de Miller: no hay condensación de información y la acción se hace repetitiva. La historia se desarrolla no en los partidos sino en los entresijos previos a cada partido en el despacho de su gerente. Sorkin se demuestró como el fichaje perfecto para contar la historia. De hecho es un experto a la hora de tejer sus guiones con diálogos enrevesados y sutiles en su exposición. Pero aquí le falla la trama que se alarga y focaliza en exceso en el papel de un Brad Pitt que encarna perfectamente al soberbio y racional Billy Beane (la prueba está en la imagen de arriba). Sin embargo, hay momentos de intenso dramatismo con unos silencios cargados de significado.

CASO #44 Wall-e. chico conoce a chica

En un planeta del que los humanos hemos decidido olvidar por ser insostenible ecológicamente solo queda un robot recoge-basura. Pixar ha apostado mucho con su última película: durante la primera mitad los únicos personajes son prácticamente dos robots mudos hasta que nos traslademos a la nave-crucero en la que quedan los últimos supervivientes de la tierra. Pete Docter hilvana con maestría una sencilla historia de amor de chico despistado conoce a chica que está claramente por encima de sus posibilidades. Ante unos robots perfectamente imaginados por la compañía de John Lasseter y unos rasgos expresivos de que pocos protagonistas de otras películas pueden presumir es difícil no caer rendidos. Alguno podrá discutir que la historia es demasiado sencilla: lo es, pero su logro radica en contarnos hoy en día una sencilla historia de amor platónico.

CASO #43 De dioses y hombres. La forja del héroe

Lo que ha logrado Xavier Beauvois y su equipo es de alta calidad al llevar al cine la vida de unos monjes argelinos de la década de los noventa. Con merecimiento se lo reconocieron en el Festival de Cannes de 2010 llevándose el Premio del Jurado (para el común de los mortales el segundo premio). Hacer un retrato de una comunidad de monjes no se presta con facilidad a una película de ficción. Si se hiciese una encuesta general en la que se preguntase por las preocupaciones de un monje francés en el norte de África una gran mayoría respondería rezar y vivir en paz en su monasterio. Sin embargo, ya sea a causa de la desatención por parte de los medios de comunicación generalistas o por cualquier otro motivo, se desconoce los peligros a los que están expuestos en el siglo XXI.

Uno de los retos a los que se enfrenta una película, y esta también, es lograr captar la atención del espectador. En primer lugar al público al que se dirige. Para ello no cabe duda que se sigue recurriendo a argumentos facilotes, secuencias espectaculares y a temas truculentos propensos a mostrar la cara más sórdida de la vida. No quiero decir con ello que sean películas descartables sino que es difícil que con planteamientos como estos no se caiga en lo zafio. Sin embargo, grandes películas están centradas en historias de gente sencilla con envergadura extraordinaria.
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