Paraguas sobre Cherburgo (Jacques Demy, 1964) además de ser una historia de amor desgarradora es un musical particular (lo podéis ver en el vídeo de abajo). Incluso todo el diálogo es cantado. Sin embargo, no estamos delante de una película de números musicales sino de diálogo cantado por lo que la película está contada sin números musicales. Claramente si no son de tu agrado los musicales será más difícil que disfrutes de la película.
Una chica vendedora de paraguas Geneviève tiene que separarse de su prometido Guy cuando es llamado al servicio militar. Sola, tendrá que hacer frente a una decisión que pondrá en peligro su relación. Esta es la sinopsis de IMDb: una historia universal decenas de veces contada a lo largo de la historia pero con la que Jacques Demy logra jugar con las emociones de los espectadores. Como la lluvia que cae incansablemente durante la película así va el director aumentando el dolor en los dos enamorados.
Como hace ahora Tarantino con sus películas Demy dividió la película en tres partes: La partida, La ausencia y El regreso. Cada una es tratada con un tono completamente diferente. Si en la primera prima lo emocional sobre cualquier gesto de racionalidad (las advertencias de la madre de Geneviève para que su hija no se case con un mecánico) y se lleva el sentimiento a tal extremo que acaba con la dolorosa partida del amado. De las otras dos partes no digo más para no echar a perder la película si no la habéis visto, pero os podéis hacer una idea por su título.
Lo grande de la película está en el dramatismo que se logra convirtiendo una historia de amor clásica, en la que dos se enamoran a escondidas de sus padres para vivir una vida idílica el resto de sus vidas, en una tragedia absoluta. Por tanto, que nadie piense que la tercera parte (El regreso) va sobre la boda tras la espera angustiosa de la amada.
Aprovechando este melodrama y bajada a los infiernos de los protagonistas Jacques Demy hace un recorrido por las diferentes "modas" del cine. En el primer capítulo, con una historia de amor platónico. El enamoramiento a escondidas y el amor imposible pero que se ve tan posible. El director aprovecha mucho los escenarios de tal manera que las emociones de cada personaje desbordan en su entorno a través de los colores. En este caso funciona magistralmente la fotografía de colores intensos y artificiales de Jean Rabier en consonancia con la música de Michel Legrand. En el segundo capítulo, al dársele un protagonismo especial al tiempo real que vivía Francia (la guerra de Argelia), queda retratada la modernidad y desaparece el amor platónico: Geneviève tiene que decidir si esperará a su amado o si se casa con otro.
Por último, en el tercero, la frialdad de la lluvia lo impregna todo. El reecuentro por azar (muy típico de la posmodernidad) propicia el reencuentro. No se le ha de ahorrar nada al espectador en dolor mientras suena la dulce y triste melodía. Sin embargo, contrastándose con la música, en el reencuentro nuestros protagonistas no parecen sufrir ningún dolor y solo transmiten frialdad en sus gestos y palabras. Si en la primera parte todo era desbordamiento de emociones, Jacques Demy ahora las retiene totalmente como si de un juego se tratase. Un juego en el que pierde el espectador: un rasgo característico del cine moderno. Ocurre algo parecido con Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961) y en general con muchas películas europeas de esta época. ¿Pero por qué? Quizá un dosis excesiva de falsa realidad sin esperanza.
Dejo dos vídeos al final. El primero es el principio de Los paraguas de Cherburgo. El segundo es una recopilación de escenas de Wes Anderson. Es curiosa la coincidencia de estilo de planos.
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