Divorcio a la italiana es una de esas comedias que no caducan. Un marido hastiado de su matrimonio y bajo el calor irritante de un verano se enamora platónicamente -aún que eso le lleve a pensar que debe por justicia ser correspondido- de una joven. De ahí a plantearse posible el asesinato de su mujer a cualquier otra solución le resulta válida para llevar a buen puerto su romance. Un palacio habitado por dos familias que se odian, las pandillas de hombres que solo saben cotillear, el padre que es el palo del que sale tal astilla es la atmósfera cerrada que rodea a esta genial comedia italiana de Pietro Germi. Los enamorados de Italia no deberían dudar en ver esta película pues no ha envejecido en sus 50 años.
Los mismos mitos de entonces que rodean a la crisis de los cuarenta siguen existiendo. Quince años de casado lleva el barón sililiano con Rosalía y Ángela se le presenta en pleno esplendor para acabar sus años de pesadez matrimonial. En el momento en que se sepa correspondido dará rienda suelta a su imaginación para descubrir el mejor modo de cometer el perfecto crimen pasional contra su mujer. Pietro Germi aprovechándose de la nuestra debilidad construyó esta divertidísima historia. También como buena comedia los diálogos ágiles e ingeniosos con ayuda de voz en off reconstruyen una época, la misma que arrojó al cine a todos los maridos para ver La dolce Vita, estrenada dos años antes. Una voz en of tan irónica con el barón y con todos nosotros que nos reímos de su mezquindad, pues no hay mucha distancia entre patanes y egoístas porque la pasión es ciega. Una comedia que actúa como un espejo deforme por el que mirarnos.
En fin, una genial comedia que no muere ni con un divorcio, ni por el honor desgarrado al que apela el protagonista en toda la película.
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