CASO #54 El secreto de sus ojos. Thriller, comedia y romance


Juan José Campanela se ha forjado una trayectoria profesional cada vez más internacional manteniendo su calidad. Entre sus películas están El hijo de la novia y El mismo amor, la misma lluvia. Después llegaría en el 2009 El secreto de sus ojos que le valdría el Oscar a mejor película extranjera. Argentina, años 70. Benjamín Espósito es oficial de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires y está a punto de retirarse. Obsesionado por un brutal asesinato ocurrido treinta años antes, decide escribir una novela sobre el caso, del cual fue testigo y protagonista. Reviviendo el pasado, viene también a su memoria el recuerdo de una mujer, a quien ha amado en silencio durante todos esos años. Ricardo Darín borda absolutamente su papel de hombre enamorado de una mujer imposible que debe resolver un caso criminal que le atormenta.

Posiblemente la historia de inspector de policía enamorado de su jefa ya prometida y con un compañero borrachín esté tan manida por series como CSI que podría parecer que no queda nada de original que contar. Además el caso policial aquí da para mucho morbo: una mujer felizmente casada es violada y asesinada. Por último estamos ante una película argentina en donde el sentimentalismo puede jugar malas pasadas en una historia como esta. Pero Campanela sale bien parado con nota de estos tres problemas y los protagonistas también, entre ellos Ricardo Darín, que no para de salir en las pantallas desde hace años.

¿Cuál es la clave para que nada se vaya al traste y encima salga una muy bien resuelta historia? Comedia, romance y thiller, cada uno a su nivel. En el guion está estructurado en dos partes que se retroalimentan, una en los sesenta en el que ocurrió el asesinato y la segunda en el presente: en ambas se construyen perfectamente la historia de amor y de asesinato. Campanela da de sí el título haciendo que sean las miradas las que den las claves para que cada trama confluya con las otras hasta lograr un climax perfecto, quizá alargado en su desenlace, más bien un segundo climax. En este punto, el de las miradas, tiene una fuerza increíble el trabajo de fotografía, melancólico, de colores apagados en el presente y de muy vivos naranjas y verdes en el pasado. Dónde coloca la cámara, los difuminados, los planos en donde cada personaje está perfectamente colocado para que se descubran las tramas y sobren las palabras -aunque no falte en absoluto la verborrea que tan bien saben disificar los argentinos- es una labor para nada insignificante. Pues de hecho, si no fuese por el trabajo de fotografía de Felix Monti y de guion de Campanela que no da respiro, la película hubiese estado a la misma altura que un capítulo de CSI.

Soledad Villamil, Ricardo Darín y Juan José Campanela

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