Con una muy buena factura (fotografía y localizaciones), Mateo Gil (este es su tercer tercer largometraje y el primero fuera de España) nos cuenta las andanzas de Blackthorn (Sam Shepard), un hombre que, tras una vida de forajido establecido en Colombia, decide volver a Estados Unidos. En el camino sufrirá el infortunio de encontrarse con Eduardo Apocada (Eduardo Noriega), también forajido, que ha robado una buena suma de dinero. La historia de Blackthorn se repite en Eduardo.
Esto me diréis no es cine español. Dónde están las relaciones amorosas de bajo nivel y la retaila de tacos sin parar. Porque esta es la idea que muchos tienen del cine español (muchísimos de los que dicen esto no se han parado a ver ninguna película española y se escudan en que se lo han dicho "uno"). Es una postura con parte de verdad: una amplia mayoría de los títulos del año son comedias de este tipo. Pero existen bonitas excepciones que ya sea por falta de publicidad o por no dar con la fecha buena de estreno en salas no llegan a un público amplio. Ahí está (son todas del 2011) Eva, Chico y Rita, Arrugas, La mitad de Oscar, Tres metros cuadrados, etc. Sin embargo, no ganan dinero y por tanto no son rentables. Pero, ¿por qué nadie las ve? Respuesta: prejuicios. Ahora en el que cada vez es más común este tipo de cine de género en el cine de aquí y se llegan a unos estándares de calidad más que aceptables y con propuestas de todos los colores la única respuesta que tengo es que tenemos prejuicio a todo lo nuestro excepto en el deporte. Dicen que le echamos más huevos. Y la solución a estos prejuicios es la misma que para el deporte. Tampoco vendría mal, y ya lo estamos haciendo, tener caras conocidas (nuevas) en el extranjero.
Volviendo a la película-. Es común en el género que muchas películas se sustenten en un viaje físico que es metáfora de la vida interior de los personajes. Blackthorn se ha cansado de vivir en el paraiso terrenal que se ha montado en Colombia con todo tipo de servicios. Eduardo roba a los ricos supuestamente, igual que hacía el otro en su juventud. Estas premisas de los personajes protagonistas le sirve a Mateo Gil para hacer un cuadro, que en ocasiones se estanca, sobre la añoranza de tiempos mejores y de la desilusión de sentirse engañado.
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