La película empieza con un montaje en el que un hombre diminuto se sube a una cámara y mira a su alrededor. A partir de entonces aparecerán otras imágenes similares igual de impactantes para la época y puede que quizá, noventa años después, nos resulten novedosas como son la de los primeros planos de ojos convertidos en objetivos de cámara. En el documental, mientras despierta la ciudad, vemos la vida en las fábricas, en la calles y en el ocio hasta la noche, el camarógrafo es filmado para después intercalar sus imágenes que ha grabado.
Vertov habla del montaje, comparándolo con esas máquinarias industriales que son engranajes perfectos. Eso fue el montaje para los soviéticos, un engranaje de imágenes diferentes que juntas crean significados asombrosos. El cine es ilusión en donde nada es lo que parece, una cámara, el ojo que está detrás de ella, que llega a lugares que el común de los mortales no lograría alcanzar.
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