CASO: Ponyo en el acantilado. Metamorfosis en animación

Hemos hablado en varias ocasiones sobre el cine de animación. Como no es más que un soporte para hacer películas con sus puntos fuertes y débiles no hay ningún problema. Basta con ver de lo que es capaz Malcolm Sutherland con sus cortos.

Una de las películas más tiernas que he visto en muchos años es Ponyo en el acantilado (Gake no ue no Ponyo, 2008) del gran maestro de universos fantásticos Hayao Miyazaki. El nombre del creador debería sonarnos por el éxito que supuso El viaje de Chihiro del 2001: una fantástica aventura épica en busca del sentido de la vida y de la donación al otro. Una joya de la animación universal. Un paso de la inocencia a la madurez. Una muestra de lo grande que puede ser el cine. Una demostración de que hay valores universales que llegan a traspasar fronteras culturales.

Su última película como director ha sido Ponyo en el acantilado. Con 70 años a las espaldas y ya abuelo Miyazaki entrega una fábula cargada de ternura y de inocencia. Una inocencia en la que se encuentra el despego de un niño que ve en un pequeño “pez” una “niña” a quien salvar. Un relato fantástico pero cargado de cotidianidad como solo el maestro nipón sabe lograr. Miyazaki seguro que toma de referencia el cuento tan conocido en Occidente de “La Sirenita” pero añadiendo pequeñas modificaciones que hacen de la película una obra personal y muy actual: la solidaridad con los ancianos, la vida de una familia en el que el padre está ausente por trabajo en alta mar, el ecologismo bien entendido como telón de fondo (uno de los temas omnipresentes del dibujante) y la amistad, la forja de la amistad en los sacrificios (omnipresente también en todas sus películas).

Y es que el cine de animación suele tocar los temas más universales con ninguna vergüenza, sin ningún miedo. Es ésta la razón para que se le tache de infantil o de inocente. Sin embargo, muchos directores ya quisieran tener la oportunidad de hablar con tanta libertad como lo permite ese tupido velo de trivialidad que parece rodear a la animación para decir lo que realmente ansían.