A primera vista Steven Spielberg y Cristian Mungiu no tendrían nada en común. Spielberg se mueve más en el terreno del sentimiento y Mungiu en el lado más frío de la vida. Pero si cogemos La lista de Schindler de Spielberg y 4 meses, 3 semanas, 2 días de Mungiu guardan cierta relación. En las dos ocasiones ambos quieren hacer una película lo más realista. En un caso se cuenta cómo Oskar Schidler logró salvar la vida a cientos de judíos durante la 2ª Guerra Mundial, en el otro como Otilia ayuda a su amiga Gabita a abortar en la Rumanía de los últimos años de la URSS. En ambos casos un drama en torno a la muerte y al poder de la solidaridad filmado con una especial atención a la ambientación y al realismo de las situaciones y de los hechos que acaecen.
Sin embargo, son dos películas, a la vez, completamente diferentes. Spielberg demuestra su capacidad para organizar un descumunal despliegue de medios técnicos con una puesta en escena descarnada. Parece querer ser transparente y mostrarnos lo que hubiese ocurrido a aquellas personas, pero - ¡ay!- no es sincero en la manera de hacerlo. Se desplaza a las localizaciones reales (Polonia, Auschwitz o Jerusalén) para rodar, pero es falso en la construcción de sus personajes, que es lo más importante en un contador de historias como Spielberg. Hace un universo de ficción cerrado, en donde todo encaja absolutamente bien pero comete el error de asfixiar la historia con tal de tenerlo ordenarlo todo. Por ejemplo, es implanteable que los judios en el campo de concentración no sufran ni una sola crisis emocional, ni que el judío Stern, encargado de las cuentas de Schindler, decaiga en su en ni una sola ocasión.
Eso sí, Spielberg no se ahorra mostrar las barbaridades de los nazis que disparan a diestro y siniestro a todo judío que se mueva; ni ahorra al espectador la violencia y degradación sexual a la que fueron expuestos los judios. Podría parecer que está mostrando la realidad que acontecía pero me parece más bien que está jugando con los sentimientos del espectador. En este sentido todas las escenas en las que aparecen niños aumenta esta dosis de sentimentalismo. No digo que no fuese real. Por supuesto que fueron sometidos a torturas físicas y presiones psicológicas pero el uso de la música, la focalización de esas escenas en la ternura que despiertan los niños más la impersonalización de los nazis supone una pérdida de realismo -que cada vez más pienso que no era el objetivo de Spielberg para esta película, por muy adulta que quisiese hacerla. Solo fomenta crear una fotografía parcial de lo que sucedió. Un ejemplo claro es usar la potencia fotográfica de la niña de rojo pasando por entre los nazis asesinos. Con este recurso Spielberg nos crea una esperanza inútil pues tiempo después sabremos cuál es el verdadero destino de esa niña.
El caso de Mungiu es bien diferente. ¿Hiperrealismo? No creo que exista. ¿Fotografía lo más realista posible? La más cercana a la luz natural aunque, al fin y al cabo, hay un director de fotografía que elige un estilo. El estilo, tanto decidido por el director como por el director de fotografía, es la respuesta a si existe el cine hiperrealista o no. No es posible que exista. Ni siquiera el documental. Existe, en cualquier caso, unas decisiones humanas más o menos acertadas, que buscan la verdad, tanto de qué historia contar como de qué métodos se utilizarán. En 4 meses, 3 semanas, 2 días Mugiu decidió rodar en Rumanía y trabajar con actrices rumanas pero -¡caray!- está rodada en el 2007 y se ambienta en la década de los 80. ¡Es una historia! ¡Es una ambientación! Aún así es más "real" que La lista de Schildler.
¿Por qué? Porque, trabajando con las emociones (la materia prima del cine - que no las imágenes) es sincero con la historia que cuenta. No pretende hacer un estudio sobre el aborto ni hacer una crítica directa al sistema comunista. Al contrario solo quiso acercarse a sus personajes dejando cabos sueltos sobre las motivaciones de las protagonistas, como asegura en entrevistas que le hicieron. Es fundamental para él que la historia que se cuente quede sobrepasada por sus personajes. El espectador tendrá por ello que hacer un especial esfuerzo por descifrar a los personajes. Pese a que lo que se cuenta trascurre en una noche, Otilia y Gabita tienen historia a sus espaldas que no se nos cuenta pero que enriquece a la película por no saberse. ¿Cómo quedó embarazada Gabita? ¿Por qué Otilia la ayuda hasta el final? ¿Por qué no tienen reparo en abortar? Así, decenas de preguntas que quedan sin respuesta. Pero a cambio tenemos el placer de acercarnos a sus historias. Estar ahí aunque sepamos que no es más que una historia de ficción, que se trata de un decorado, unos actores, un director de fotografía y un director.
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