CASO #25 The Artist. Ninguna forma de cine muere


Muchos quizá piensen que estrenar hoy en día una película en blanco y negro es una temeridad y que hacerla además muda es una auténtica locura, pero no es así. The Artist (2011) ha venido a demostrar que el cine no es mejor por tener color ni sonido sincrónico, ha venido a demostrar que los clásicos mudos siguen teniendo éxito entre el público y ha dado, de alguna manera, la razón a todos aquellos grandes del cine mudo que se opusieron a la llegada del sonoro. Todos aquellos directores que consideraban que el sonido no suponía un avance en el cine, sino el fin de la expresión de la imagen en movimiento. Muchos de ellos no supieron comprender que ninguna forma de cine muere aunque un adelanto técnico ofrezca la posibilidad de hacer cosas hasta entonces imposibles.


The Artist (nominada a mejor película en los Oscar y ganadora de los Globos de Oro 2011) ha dado la vuelta a la tortilla. Cuando apareció el cine sonoro se dejaron de producir películas mudas por las exigencias del público, que querían disfrutar de ese nuevo cine con voz. Ahora, en el año 2011, 84 años después del estreno de El cantor de Jazz (1927) de Alan Crosland, superado ya el sonoro, las vanguardias, el cine digital y a las puertas de nuevos formatos gracias a Internet, una película muda y en blanco y negro supone tal cambio que consigue llenar las salas.



Reconozco que el director Michel Hazanavicius ha realizado una verdadera genialidad. En la historia no hay novedad, es una película que nos recuerda a Singing in the rain (Stanley Donen, Gene Kelly, 1952) por el contexto, la estética y los personajes. Nos encontramos en los últimos años del cine sonoro y nos es presentado George Valentin, un actor de cine mudo con una exitosa carrera: todo un artista. El filme nos va contando sin sonido sincronizado y sin color cómo la carrera de este artista se derrumba por la llegada del sonoro y por su orgullo.

El director hace un uso genial de los recursos del cine de hoy en día y los aplica a una película que pretende emular a las que se hacían hace un siglo. En la escena final, por ejemplo o en la terrible pesadilla que tiene el protagonista cuando ve que su carrera cae en picado.

Por último el magnífico trabajo de Ludovic Bource, que con su música consigue que no echemos de menos la palabra y nos transporta a otra época, a una época de artistas.


 Escrito por Pablo Quiñonero Pertusa

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